lunes, 23 de diciembre de 2013

FELIZ NAVIDAD... QUE EL AÑO NUEVO NOS DEPARE UN TIEMPO DIFERENTE, UN AÑO EN EL QUE PODAMOS AVANZAR POR BUEN CAMINO




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               CUENTO DE NAVIDAD


¡Cuanto tiempo llevo en esta estantería!, la verdad, no me acuerdo. Han pasado tantos días, meses o años quizás, que la percepción del tiempo la veo algo difusa. 
Vivo en unos grandes almacenes donde se puede encontrar de todo: ropa, calzado, alimentos, incluso algunos muebles. Luego estamos nosotros, con las tapas exquisitamente dibujadas, con las hojas llenas completamente de letras. Los niños suelen detenerse en aquellos lugares donde hay golosinas. El padre o la madre tiran de su mano para continuar y a veces se los llevan. Otras tienen que claudicar y comprarles lo que piden para poder avanzar.
Ahora llega la navidad y la gente se pone como loca comprando cosas para comer, para adornar la casa y además para hacer regalos, que eso les gusta mucho. También les gusta comprar una planta que tiene las hojas rojas y parece que está en todas las casas. Se decoran también los hogares con un árbol de navidad y a veces con un belén grande o pequeño en el que siempre estará el niño Jesús con sus papás.
Mis hermanos me han dicho, que los que tengamos suerte, podremos ir envueltos en un bonito papel de regalo a alguna casa, y cuando alguien rasgue el papel y nos mire ya tendremos un dueño. A mí sólo de pensar en ese momento me palpitan las letras. Qué emoción pertenecer a un hogar y a una familia. Me gustaría que mi dueña fuese una niña, o una jovencita. Quisiera que me mirara atentamente, que viera que mis hojas son blancas y, derramándose sobre ellas está el precioso color de la tinta. ¿Puede haber algo más bonito para regalar en navidad?
Yo sé muchas cosas, ya que sobre mis páginas hay una historia que habla de mucha gente: de amores y desamores, de personas que son muy listas y otras que son muy buenas. Aunque también hay alguna malísima. Yo soy optimista, eso lo aprendo entre mis páginas. Y por lo que yo sé y lo que me cuentan mis hermanos, tengo una idea de como son los humanos.
Estos días parecen más alegres, tal vez sea por esa música machacona que no para en todo el día en los almacenes. Son villancicos. Una chica me ha cogido y me mira, por un lado, por el otro. -¡Que nervios! ¡Qué ilusión!, a lo mejor me voy con ella a casa y ya tengo un hogar. Casi estoy temblando.
Ya estoy otra vez sólo en la estantería. La chica se ha ido. Un libro muy gordo que hay a mi lado dice que no me preocupe, que ya me comprarán, porque en estas fechas se venden muchos de nosotros.
Cuando la gente se va y los encargados van cerrando las puertas, es cuando nosotros sacamos las palabras y discutimos sobre la navidad, de lo que hacen las personas, de lo que a nosotros nos gustaría. Hay un compañero muy antiguo y sabe muchas cosas. Él no habla cualquier cosa, cuando dice algo, es porque es importante. Cuando comienza a hablar, todos nos callamos y ponemos la oreja para escucharlo. Digo la oreja por decir algo.
-¿Os habéis dado cuenta lo que hacen este año los clientes que vienen a comprar?
Guardamos silencio y por lo menos yo, intento pensar de prisa porque quiero decir la respuesta. Nada, no se me ocurre nada. Algunos dicen que se han dado cuenta de que compran menos, otros van dando respuestas un poco dando palos de ciego. Al fin nuestro hermano parece que nos va a dar la respuesta.
-No habéis visto que llevan delante una pantalla pequeña que van hablando con ella. Eso ahora es lo último, continuamente están leyendo y escribiendo, apenas hablan con las personas que llevan a su lado. 
-¿Eso es malo?. -me atrevo a preguntar.
No es ni malo ni bueno, es sólo que todos quieren ese regalo para navidad, por eso muchos de nosotros no encontraremos un dueño. Ellos no leerán porque ya lo hacen en esa pantalla.
Toda la noche se debate sobre el tiempo que la gente dedica a esa pantalla. Al final me quedo dormido y no sé como queda la cosa.
Cuando despierto, no me lo puedo creer, estoy en un carro de la compra con un montón de cosas más. Hasta tengo que aguantar el tufo de un chorizo que hay cerca. Por suerte llego indemne a casa. 
Con las expectativas que tenía me llevo una desilusión, ya que nada más llegar me encierran en un cajón a oscuras. Menos mal que aprovecho el tiempo para dormir. Aquí no hay hermanos charlatanes, ni gente hablando o vociferando. Sólo hay silencio.
Pierdo la cuenta de los días, igual que cuando vivía en los almacenes.
De pronto, una mano cuidadosa me coge y envolviéndome en un precioso papel de regalo me cuelga del árbol de navidad. Supongo que este será el famoso árbol de navidad del que tanto he oído hablar. Me siento como en una feria: luces, volitas de colores, cintas y sobre todo regalos. ¡Oh!, que emoción, si estoy temblando como una hoja. Al fin se apagan las luces y sin darme cuenta otra vez me quedo dormido.
De pronto se enciende la luz y me despierto de golpe. Cuatro niños entran en tropel y estos sí que se ponen como locos.
¡Han venido los reyes!, mira cuantas cosas han traído. Empiezan a buscar los nombres que hay en cada regalo y luego van a la habitación donde duermen sus padres. Nunca había yo escuchado tanta algarabía, tanta alegría en un espacio tan pequeño como una casa. Es entonces, cuando las manos delicadas de una jovencita me cogen y rasgando el papel me mira con cara de felicidad. Empieza a mirar mis hojas, con sumo cuidado. Entonces, reconozco en mis propias hojas, eso que describen las letras de cuando las personas se sienten felices. Me dejo acariciar y sé, que entre esta chica y yo, siempre existiría un vínculo difícil de romper.
A todos mis hermanos les deseo unas navidades como las mías.

María 

1 comentario:

Mary dijo...

Feliz año para todos...espero y deseo que muchos de los que forman parte de esas estanterías terminen colgados del árbol de navidad para que nos regalen bonitos momentos al abrir sus paginas y olvidar por unos instantes tantas y tantas cosas que les faltan a los demás.

MILLONES DE BESOS PARA TODOS ¡¡¡