fotopopular.com
Llevaba Pedro muchos días viajando. Apenas se detenía el tiempo justo para comer lo indispensable, descansar un poco para recuperar fuerzas y continuar.
Cruzó la frontera de un país pequeño y decidió que tocaba reposar un poco de aquel largo viaje.
Lo primero que vio en un pueblo pequeño fueron hombres y mujeres mal vestidos, algo demacrados y reflejando en sus rostros una desesperanza, como si un cansancio viejo les poseyera.
Se detuvo para observarlos, no tardando en comprobar, que aquellos casi mendigos, se mezclaban entre otras gentes bien vestidas y con el brillo de no pasar demasiada hambre. naturalmente se destacaban de una manera exagerada.
Permaneció horas pensativo nuestro viajero; no podía entender aquella desigualad tan brusca que rompía todos los conceptos que él entendía razonables. Por mucho que observó no consiguió llegar a ninguna conclusión.
Después de algunos días, se decidió a personarse en el edificio oficial donde se tomaban todas las decisiones. pidió audiencia para entrevistarse con el alcalde. Pero aquello no resultaba nada fácil, siempre le respondían que estaba ocupado.
Como no estaba dispuesto a marcharse sin averiguar lo que tanto le inquietaba, montó guardia ante la puerta del consirtorio y no tardó en conocer a todos los funcionarios, incluido al alcalde.
Entonces se dedicó a pedir cada día ser recibido por la autoridad y después de muchos días y más paciencia consiguió que lo recibiera.
Sentado por fin delante del hombre que era responsable del bienestar de aquel pueblo, le miró a los ojos y decidió que no era una mala persona. Entonces le habló con toda libertad.
-Me he sorprendido mucho señor de ver a tantas personas pidiendo limosna en la calle, las gentes tienen cara de necesidad, como si un hambre vieja les mantuviera desnutridos. Sin embargo los campos están fértiles, las industrias parece que funcionan, ¿que ocurre pues para que esta pobreza se propague por todo el pueblo atrapando a tantas personas?
El funcionario suspiró y Pedro pensó que estaba realmente triste, que no conocía salida para los males que aquejaba a los ciudadanos.
No sabría qué decirle, tan sólo que hemos entrado en una crisis y de verdad le digo que no sé cómo salir de ella.
-¿Se han reunido todas las personas responsables para buscar soluciones? -preguntó Pedro.
-Nos hemos reunido, si, pero sólo para criticarnos unos a otros, para decirnos que todo lo que hacemos está mal, porque no le engaño si le digo, que lo único que importa es el sillón, los que deberían ayudar, sólo piensan en dejar caer sus reales posaderas en tan blando lugar.
A Pedro le sorprendió tanta sinceridad, pero enseguida recordó que él tenía un don, que a las personas que tenía delante les obligaba a decir la verdad, por lo cual aquellas palabras nada tenían de extraño. Entonces continuó.
-Señor alcalde: hace mucho tiempo que viajo de un lado para otro con la única intención de ayudar a los demás. Me gustaría colaborar con ustedes para sacar de la crisis a este pueblo: he conocido circunstancias diversas, podríamos buscar una solución.
-Lo veo muy difícil, pero nada en este mundo me gustaría más. podemos hablar siempre que usted quiera y tenga alguna idea que aportar.
Pedro se retiró a meditar a las montañas. Esperaba recibir de la naturaleza la intuición necesaria para ayudar a aquel pueblo que sufría. Pensó mucho y llegó a la conclusión que en todas partes era igual. La ambición corrompía las mentes y los que nadaban en la abundancia no estaban dispuestos a ceder una parte de sus riquezas para lograr un poco de equilibrio. Él no podía entenderlo. Cuando hubo estudiado un plan se fue a ver al alcalde.
-Tengo algunas ideas que pueden ayudar a remontar un poco la economía -expuso Pedro.
Los ojos tristes del hombre se abrieron llenos de esperanza
-Adelante, cuenteme, le escucho con mucha atención.
-Verá, he podido constatar que no todos están en la ruina, son muchos pero no son todos: he pensado que debe usted reunir a todos aquellos que cobran grandes sueldos, para comunicarles que han de apretarse todos el cinturón, esto a los que lo tengan, porque algunos han perdido ya hasta la hebilla, sin embargo ustedes siguen viviendo como siempre lo han hecho. Con ese dinero deberán crear puestos de trabajo. Los ciudadanos trabajarán y cotizaran a las arcas del estado, de ese modo empezará a haber beneficios...
Otro punto sería, dar un trabajo que beneficie a todo el pueblo a aquellos que están en el desempleo: podrían hacer labores necesarias en la ciudad. Limpiar los bosques para que no se quemen los árboles, también eso revertirá, no sólo en el entorno, sino también en el medio ambiente.
Otro punto sería emplear a las personas que no tienen trabajo para ayudar a aquellos que no pueden valerse por si mismos. Al principio se enfadarán casi todos, pero cuando vean que la sociedad progresa le darán las gracias. Porque además de cotizar cobrarán un suelo justo.
El alcalde había escuchado con atención los consejos del viajero, pero al fin dijo moviendo la cabeza.
-Eso no lo aceptará nadie, todos quieren seguir cobrando buenos sueldos y guardando a escondidas su dinero para no compartirlo con nadie.
-¿Por qué, si es una buena solución, y es lo que más importa, si no te impones no encontrarás ninguna otra solución....Ahhh, también tú deberás compartir, si no lo haceis todos las cosas empeorarán, lo he visto en muchos sitios, siempre es lo mismo, unos pocos lo acumulan todo, mientras los otros se mueren de hambre.
-De todas formas -preguntó el alcalde, -cuando recuperemos la economía, podremos volver a la normalidad de siempre ¿no?
-Yo te lo aconsejaría. Si me lo permites, cuando alcancéis la estabilidad, se podrían quedar las cosas, tal como cuando han funcionado, si en realidad nadie necesita tanto para vivir y cuando mueren, no pueden llevarse el dinero allí arriba.
Después de una larga conversación Pedro siguió su camino. El alcalde, después de mucho pensar, se decidió a poner en practica todos y cada uno de los consejos que Pedro le había sugerido, no olvidemos que Pedro tenía un don, que además de averiguar la verdad sin necesidad de obligar a nadie, también conseguía convencer de lo que el pueblo necesitaba.
Durante mucho tiempo, algunos no le dirigían la palabra al alcalde, pero según pasaban los meses su pueblo se transformó, siendo la envidia de muchos otros. No mantuvo a muchos de sus amigos, pero ganó a otros que le admiraron por su valentía, profesándole un gran respeto.
María.

1 comentario:
Todo lo que Pedro ve y piensa es muy cierto y ojala asi fuera la solución y se llevara acabo,pero quiero comentarte un caso que me paso ayer precisamente...Fue una pequeña combersación que tuve con un chico vecino nuestro,trabaja en la tienda de debajo de micasa,es una de esas tiendas que todo el mundo criticamos porque es de inmigrantes pero que a la hora de algun despiste en domingo siempre acudimos porque son los que estan trabajando mientras que nosotros estamos disfrutando de nuestro descanso semanal.El tema es que este chico me dijo que el que aqui manda,refiriendose a Zapatero,que era muy bueno que aqui podiamos comer y andar por la calle sin que explote una bomba cada 15 minutos,que el que manda en su pais es muy malo,porque teniendo toda la comida que tienen,en sus campos,solo come el.Asi que con esto te quiero decir,que dentro de lo malo siempre hay que dar gracias,detras nuestro siempre siempre ay alguien que está peor y sufre mucho mas que nosotros los españoles,yo siempre digo que el mundo es muy grande y que con respeto cabemos todos.
Gracias Maria por esta entrada,seria maravilloso que Pedro combenciera a nuestro presidente deverdad.
Un fuerte abrazo.
Publicar un comentario