UN CANTO AL AMOR DE CELE LÓPEZ

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HABÉIS PODIDO CONOCER LOS POEMAS DE CELE. HOY EVOCARÉ EL PRÓLOGO DE SU BONITO POEMARIO, YA QUE CREO QUE EN ÉL, LA POETA ESTÁ BIEN DEFINIDA.

PRÓLOGO

Cele López nació en un pueblecito cercano a la alhambra de Granada, con la influencia de su embrujo. Creció rodeada de un paisaje hermoso que conserva en su memoria. En la actualidad reside en Barberá del Vallés.

En este su primer libro publicado no encontraréis un sólo poema, una sola palabra que esté escrita porque sí o por rellenar hueco. Porque Cele no es sólo poeta, es una apasionada del mundo, de la naturaleza, de los sentimientos y, cómo no, del arte.

Sus versos fluyen con fuerza de su cabeza y apenas sus manos son capaces de controlar las frases. Es un volcán en erupción, como si le faltaran los minutos para todo, así es ella, como un torbellino, auténtica, vital e intrépida.

Yo me atrevería a decir que ella es poeta desde que nació, mirando el paisaje que la vio nacer, su molino, el río que avanzaba con sus aguas cantarinas y aquellos campos verdes plenos de belleza, le influenciaron a inventar palabras que ella enlazaba, aún sin saber que estaba dando vida a la poesía.

Su espíritu inquieto buscaba un lugar, sin saber a ciencia cierta qué podía ser aquel desasosiego.

Escuchar un poema en boca de su padre, muy presente en su obra, apenas eran unas migajas que medio saciaban su hambre.

Cuando ella era una niña quería volar y subir hasta una nube, pero nadie le regaló un avión de juguete. Deseaba navegar, pero ningunas manos le fabricaron un barquito de papel.

Con una maleta repleta de ilusiones viajó a otros lugares recorriendo otros caminos y conociendo a nuevas gentes. A medio liberó su equipaje y lo dejó flotar al viento. Bebió de las mejores fuentes: Federico García Lorca, Miguel Hernandez y Antonio Machado, entre otros, y le apasionaba conocer a los personajes que describía Miguel Delibes.

Autodidacta en todas sus facetas, es capaz de dibujar el mundo con sus pinceles y regalarle vida a los colores. Sabe reflejar la chispa de una mirada y la ternura de una sonrisa.

Sus poemas son música en movimiento, son las historias sencillas de la gente corriente contadas con pasión, son versos que tienen vida y a veces juegan a escaparse como duendecillos de entre sus páginas para volar.

En la primavera de la vida la autora, sin embargo, versa a la soledad, a la nostalgia, nos habla de la vejez con frases que desgarran, sin dejar nunca de lado La Peza, su pequeño pueblo, las alamedas bañadas de silencio, la noche, las dudas, la muerte y a su paso las ausencias.

A medida que avanza su andadura, va madurando y su obra se moldea en un hechizo de pasión que no te dejará indiferente, porque notarás como vuelan las palabras de entre sus dedos.

He podido comprobar, según leía sus poemas, que después de aquellos versos melancólicos, en que evoca sus paisajes y le canta una canción de cuna a la soledad, se expande de pronto hacia las estrellas para entender la vida de otra manera con un tono apasionado.

A partir de ahí irrumpe como un volcán para recitar al amor, de frente y cara a cara, pero no a un amor cualquiera ni mediocre, sino al amor elevado a la mayor grandeza, a aquel que siempre inspiró a escritores y poetas. Crece paso a paso mientras modela con gracia el soneto y toda de poesía rimada. Más tarde, atrevida como siempre, se deja cautivar por la poesía libre y sus metáforas están impregnadas de una gracia exquisita.

Ella es capaz de captar y transmitir los sentimientos hasta conseguir que lleguen al alma. También sabe disfrutar del buen gusto de la vida, de los momentos entrañables e irrepetibles y saborear un buen vino, pero como excelente poeta, también sabe describir la otra cara de la vida, la que camina solapada aguardando su momento.

Acercándose al otoño, un día se asomó a la ventana y descubrió la primavera, divisó un trigal cuajado de amapolas, un campo lleno de margaritas y florecieron sus cerezos. Encontró el material para construir un avión de juguete que le permitiera volar y una hoja blanca para fabricar su barquito de papel.

No obstante, para que su obra sea extensa y fructífera, deberá buscar la constancia, porque el arte, el duende y la musa ya los posee.

Cele, que cantaba a la lluvia y a la soledad, que deseaba ser un árbol, un puñadito de tierra, ahora los baña a todos con el color de las cerezas.

María