lunes, 14 de noviembre de 2011

DEL LIBRO "SECRETOS DE LA LUNA"

nataliavidente.wordpress.com
Una tarde, la neblina lo cubría todo. Los tres miraban por la ventana.
-Si sigue este mal tiempo esta tarde no podremos salir-, dijo Ángela a los niños. La espesa capa que se extendía parecía habérselo tragado todo, como si el mundo hubiese sucumbido bajo un peso blando y hubiera desaparecido para el ojo humano. Los árboles pintaban ya sus colores marrones, pero también ellos habían desaparecido.
En el salón, las cuatro mujeres jugaban a las cartas, despreocupadas por completo del tiempo. En todos los rincones se había instalado un fuerte olor a anís, como si su impregnación fuese ya perenne.
Los niños querían jugar a un juego que estaba en el mueble del salón. -Lo cogemos mañana, -dijo la tata- hoy podemos jugar al escondite-, -eso, eso-, dijo la niña, pero Pablito estaba empeñado en el otro juego.
-Entramos corriendo, lo cogemos y nos vamos; a lo mejor ni se enteran. Anda, tata, vamos por él-, ella accedió para complacerle, y entraron de puntillas después de llamar, -buenas tardes-, saludó Ángela. Los niños no abrieron la boca, pegados a la falda de la tata. Una vez el juego ya estaba en su poder, salieron apresuradamente.
No obstante, dentro de la sala hubo un silencio repentino, ninguna de las cuatro había prestado atención ni a los niños ni a la criada. Sin embargo, ahora que estaban ausentes atrajeron su curiosidad, y el silencio precedió al sonido de la puerta al cerrarse, fue algo tenso, largo quizás, luego se alzó una voz que enarbolaba una intención malévola.
-Hija, los niños parecen más hijos de la criada que tuyos-, y continuó con marcada intención, -espero que no sea así con el marido-, sonrió, pretendiendo que su ocurrencia sonara graciosa. Hubo un momento de tensión, y luego las cuatro se apresuraron a recibir el comentario con carácter jocoso, y dijeron palabras que querían ser graciosas y ocurrentes para quitar hierro al mordaz comentario.
Sin embargo, algo muy profundo vino a alterar la tranquilidad de Petra. Siguió el resto de la tarde como si nada hubiera pasado, pero las palabras de su amiga la corroían.
Cuando se hubieron marchado se dedicó a reflexionar sobre su familia, cosa inusual en ella, ya que estaba mejor sin analizar situaciones que pudiesen perturbarla; se dejaba llevar siempre por la corriente, como un ligero barco de papel que se desliza río abajo, flotando siempre sobre la espuma sin hundir nunca su quilla en las profundidades.
Ella se sentía pletórica escuchando definiciones sobre su persona. Es una santa, una gran mujer, es recta y de fuertes convicciones religiosas, muy devota y caritativa. Aquello la satisfacía y la envanecía, como también que la consideraran parte de una familia ejemplar; de puertas afuera el cartel que se debía leer tenía que ser escrito con letras de plata muy suntuosas, y desde los cielos, los ángeles asomados a las ventanas debían bendecir aquella santa y ejemplar familia, eso era lo que la mujer quería transmitir.
Ahora, sin embargo, experimentaba una sensación desagradable e intensa que incluso le dolía. Su amor propio y su dignidad estaban heridos y mancillados, las palabras de la amiga habían supuesto un golpe inesperado en su equilibrio emocional que había venido a trastornar su mundo perfecto. Se preguntaba cómo no había reparado hasta entonces en el efecto que causaría ver a los niños siempre pegados a la criada. Se dio cuenta de que nunca había jugado con ellos, ni les había dado de comer y menos les había cambiado los pañales, aquello era tarea de sirvientas. Rumiaba todo el día aquella cuestión; por las noches, en la soledad de su cama, ya que desde hacía tiempo su marido dormía en el otro extremo de la alcoba, su sueño se veía perturbado.

María

2 comentarios:

Mary dijo...

Has despertado mis ganas de volver a leer una vez mas esta maravillosa historia, si alguien no lo ha hecho aún,hacerlo,no os arrepentireis,esta historia esta cargada de grandes sentimientos.

GENIAL¡!

Unso para todos.

Sol dijo...

Esta mujer parece muy repelente.
Abrazos Sol