lunes, 28 de noviembre de 2011

OTTO Y LAS SIETE VIDAS

Otto el auténtico gato
Si no fuera porque soy un gato diría que llevo una vida de perros. Estoy en la calle tirado sin una mano amiga, ni unas migajas que llevarme a la boca.
Yo no soy un gato callejero. Estos por lo menos saben buscarse la vida, tienen amigos y el sustento asegurado. No crean que soy tonto, y que ignoro que podría espabilarme buscando ratoncillos, lagartijas e incluso algún pajarillo que otro. Pero que quieren, es de noche, tengo hambre y me pesa la soledad.
En mi recuerdo tengo dos amas, aunque no podría asegurar que anteriormente no hubiera tenido más. Hablando con otros gatos, he escuchado palabras, como que tenemos siete vidas y cosas parecidas.
No sé si lo de las siete vidas, significa que somos duros roer, o que vivimos una y otra vez aunque hayamos muerto.
Bueno, tampoco acostumbro a romperme la cabeza con historias pasadas. Ni siquiera lo hago con historias futuras. -A mí lo que me gusta es vivir la vida, tener una amita que me quiera y que a veces me abrace. Y crean me, que si no fuera por este infortunio que me tiene atrapado, el futuro me repampinflaría. El tiempo por llegar, lo que tenga que ser será. Pero claro, estoy en un portal a oscuras, sin más luz que mis recuerdos.
Como les decía, sólo tengo en mi cabeza dos amas: la primera se llamaba Roberta y a mí me puso el nombre de Robertín.
A mí ese nombre me parecía horrible, eso ni era nombre de gato ni nada, era algo tan ridículo, que me avergonzaba cuando ella me llamaba.
Luego tenía ella otro defectillo: le molestaban mis pelos y solía gritarme.
¡¡¡Mira como me has puesto mi falda llena de pelos!!! Eres un gato repugnante!!
La palabra repugnante yo bien no sabía lo que significaba, pero a mí me sonaba tan malo como un rabo quemado, y un rabo quemado es una cosa muy mala, y además duele muchísimo.
Por otro lado, qué culpa tenía yo si mi pelo se caía. Bastante pena tenía a veces pensando que me quedaría calvo como el amo, que tenía su cabeza como una bombilla.
Lo de sus gritos y malos modos duró mucho. Yo me callaba e iba a lo mío, mientras el ama grita que grita- ¡¡Bola de pelos!!
En fin, con ese comportamiento no me importó apenas el día que me abandonó. Es cierto que me puse un poco triste, porque no sabía a donde ir, ni tenía un rincón donde hacerme un ovillo.
Vagabundeé por la calle hasta que una ama me encontró y me llevo a su casa.
Aquella no me gritaba y me puso por nombre Alejandro. Yo pensaba de nuevo que aquel no era un nombre de gato, pero haber, ¿qué podía hacer yo?, mientras tuviera un recipiente con comida, otro con agua y un rincón para dormir me sentía satisfecho.
Debo reconocer que no era del todo feliz y me preguntaba por qué sería, si tenía comida y agua. Bueno, lo cierto es que no debo quejarme, pero les diré: la segunda ama me alimentaba y no me gritaba, pero tampoco me hablaba. Pasaban los días y entre ella y yo no se cruzaba ni una palabra, no me abrazaba nunca, y nunca me dio un besito de cariño.
Un día hablando por teléfono, ella, ya se entiende, decía unas palabras, algo así como: ¿iremos en avión o en tren? Yo no comprendía nada, sin embargo debo decir que se me pusieron los pelos de punta.
En fin, el resultado de esa llamada de teléfono, es la causa de esta soledad y la razón por la que estoy en este rincón en un portal desconocido.
Intentaré dormir un poco, pero, ¿qué está pasando?, se ha encendido la luz y parece que alguien baja la escalera. Estoy atento con mis ojos de gato.
Pero, ¿qué ven mis ojos?, está bajando por la escalera una amita tan preciosa, que nunca hubiera imaginado a alguien tan bonita sin ser una gata. Tiene el pelo largo, rubio y le caen unos ricitos sobre los hombros que brillan como si fueran de oro. Ella todavía no me ha visto.
¡¡Ay, no sé que hacer!!, y si me acerco y me presento, a lo mejor le caigo bien y quiere ser mi amita; eso si que sería un futuro, no hay más que verla. Pero no me atrevo, sigo en el rincón como un cobarde. Ella ha salido a la calle con una bolsa en la mano. Bueno, seguiré aquí, tal vez no merezca nada mejor.
¡Ay!, pero si es ella que vuelve, ya no trae nada en las manos, ¿qué debo hacer? Si yo me atreviera...
De pronto la chica rubia se detiene. -¡¡Qué suerte!! -creo que me ha visto, me está mirando.
Mi corazón palpita a un ritmo acelerado, ella se acerca más, ya está junto a mí. Se agacha y me coge en sus brazos. -¡¡Ohhh!!, gatito -¿te has perdido? Pobrecito, no tengas miedo, buscaremos a tu ama.
Yo me pongo a decirle como loco que soy huérfago, que no tengo a nadie, y que si ella no tiene ya un gatito...., pero creo que no me ha entendido.
-Ven conmigo, dice la amita rubia, y llevándome en brazos me entra en su casa.
¡Ay que felicidad!, esta ama sí que es buena. Me mira y dice:
-¿Sabes que eres un gato muy guapo? Creo que este momento no lo cambiaría por nada, ni siquiera por mis siete vidas, esas que dicen que tenemos los gatos.
Ella me habla: -A ver, tenemos que buscar un nombre para ti mientras encontramos a tu ama.
-¡No, no, no te preocupes, tú ponme el nombre que quieras, a mí no me importa, si supieras los nombres tan ridículos que he tenido que escuchar.
-Ya sé, dice la amita rubia -te llamarás Otto.
¡Madre mía!, qué nombre más bonito de gato. La verdad, estoy tan contento, que creo que no me cabe el cuerpo debajo de mis pelos.
La casa de mi nueva amita es preciosa, tiene cosas bonitas por todas partes, y macetas, y flores y dibujos de colores, que yo no sé lo que son, pero sé que son bonitos.
Me mira con sus ojos verdes y dice. ¿Sabes Otto?, yo me llamo Alicia.
Me quedo alucinado del nombre tan bonito. Vaya dos nombres preciosos que tenemos ama y gato.
Hace ella una cosa muy importante que a mí me gusta, me deja dormir en un rinconcito de su cama: blanda como si fuera de plumas. También me deja echar una siestecita en el sofá. En fin, estoy encantado de la vida. Ella se va por la mañana a trabajar mientras yo cuido de la casa. Luego viene siempre por la noche y ya estamos todos en casa. Nunca se le olvida dejarme comida y agua. Alguna vez en el balcón he cazado algún pajarillo.
Un día empieza a entrar unas maderas y a colocarlas por todas partes. Entonces pone un suelo nuevo, que está muy calentito y suave. A mí me gusta tumbarme boca arriba al sol que entra por la ventana.
El día que la escuché decir por teléfono. -Y cómo vamos, ¿en tren o en avión? Yo me alarmé muchísimo, y no sólo porque me abandonara como las otras amas, sino porque yo, de ninguna manera quiero tener una ama que no sea mi amita Alicia. Porque ella es tan calentita como un rayo se sol.
Observaba yo preocupado, y cuando la he visto salir con la maleta he puesto cara triste para que me entienda. Entonces ella me ha cogido en brazos y me ha dicho: -no te preocupes, que además de tener comida y agua vendrán para hacerte una visita. Y ha sido verdad: cuando han pasado dos días más o menos, han venido un hombre y una mujer. hola Otto, ¿como te va de amo de casa?, -me preguntan. Me acarician un poco y yo se lo agradezco. Aunque no quiero demostrarles demasiado afecto, no vayan a pensar que quiero irme con ellos, y eso sí que no, yo de aquí no me quiero ir a ninguna parte.
La mujer va y me dice. -Otto, tengo que cepillarte un poco y darte esta golosina que me ha encargado tu ama, ¿sabes qué haré también?, te abriré un momento el grifo del lavabo porque sé que te gusta beber así.
Yo dejé que me mimara un poco, porque esas son las cosas que me hace mi amita. Pero eso sí, guardando las siempre distancias.
Cuando vino de viaje mi amita Alicia hasta me trajo un regalo, y yo, otra vez me puse que no cabía dentro de mis pelos.
Ya llevaba tiempo en nuestra casa, cuando un día de buenas a primeras mi amita empezó a meter las cosas en cajas, -¡Ay...!, ¿qué está pasando aquí?
-Mira Otto, te voy a decir una cosa, tú y yo nos vamos a ir a vivir a otra casa; estoy segura que te gustará, ya lo verás.
Yo me habría preocupado mucho, si no fuera porque confío plenamente en mi amita. Ella siempre me lo cuenta todo y no se le olvida nunca de cuidarme, de llevarme al veterinario y hasta de comprarme golosinas. Así es que esperé, eso sí, impaciente por ver la nueva casa.
Después de días de ajetreo, de desmontar muebles, de guardar y organizar un montón de cosas, nos fuimos en el coche de viaje. Tardamos regular, teniendo en cuenta que a mí no me gustan los coches porque me mareo.
Llegamos al fin a una casa con un campo enorme y con árboles por todas partes, y todo lleno de plantas que yo podía mordisquear.
Al principio estaba un poco asustado y me metía dentro de un armario, porque por allí circulaba mucha gente: entraban y salían, hablaban y ponían música con un volumen muy alto, y la verdad es que no me enteraba de nada. Lo cierto es que pasé unos días intranquilo, pero desde luego no dejaba de estar contento.
Además de la casa donde vivíamos había una algo más pequeña. Algunas veces mi amita Alicia me llevaba a aquella casita, y me decía. -Quédate aquí, porque con las obras te pueden dar un golpe. Yo me quedaba allí tranquilo, con mi comida y el recipiente de agua, y me asomaba por la ventana para ver el campo que estaba todo verde. Luego por la noche, ella venía a buscarme para dormir.
-Vamos Otto, ya podemos irnos a casa.
Cuando todas las obras estuvieron acabadas ella me dijo. -Mira Otto, ¿ves todo ese campo?, es nuestro, puedes ir a pasear, jugar y pasártelo bien.
Si antes en la otra casa estaba encantado, ahora estoy flipando; puedo ir donde quiera y corretear por un montón de sitios.
A veces vienen unos gatos callejeros a verme desde el otro lado de la valla y me dicen: -Hola gato. Yo también les saludo.
En ocasiones me invitan a ir con ellos y hay muchos.
Me dicen que puedo ir yo también a callejear.
Pero yo miro mi casa, mi jardín que huele a gloria, mi recipiente de comida y agua, y sobre todo a mi amita y me digo: ¡Qué disparate!, mis siete vidas, yo quiero vivirlas aquí.
María

4 comentarios:

Mary dijo...

oTTO has pasado lo tuyo pero ves todo tiene su recompensa,es genial tu nueva ama, tu nueva casa y sobre todo lo feliz que eres ahora.

Un besazo¡!

Luis dijo...

Este Otto es muy listo, tiene una filosofia de la vida que muchos humanos quisieran tener.
Saludos y a aprender que nunca es tarde.
Luis

Sol dijo...

Qué guapo que es este gato, además listo.
Sol

Anónimo dijo...

Este cuento llega al corazón de todos los amantes de los gatos.
Yo adoro los gatos.
Javi