jueves, 12 de enero de 2012

EL PAJARILLO....LIBRO INÉDITO


Intento tocar al pajarillo con mucho cuidado para no asustarlo, pero apenas rozo sus plumas, de repente alza el vuelo para ir a su nido. Es una mamá, porque los hijitos le esperan para que les lleve comida en su pico. A mí me gustaría tenerlos cerca para poderlos ver y cuidarlos; pero están tan altas las ramas que no puedo llegar arriba siquiera para mirarlos. Mi abuelo dice que estos pajarillos sólo pueden vivir libres, que si los metiera en una jaula se morirían.
Ahora estaba sola durmiendo porque mi hermana se va pronto a trabajar.
-"Hasta mañana", -le digo al pajarillo mientras se eleva hacia su nido. En unos minutos me pongo en marcha.
Este ritual tiene un inconveniente y es que el pajarillo, a pesar de saber la hora guiándose por la luz del sol, no sabe todavía de los días de la semana. Cojo mi vestido de una silla: tiene el fondo rojo salpicado de margaritas blancas y amarillas y empiezo a ponérmelo. Entonces recuerdo que es domingo. Vuelvo hacia la ventana y miro hacia arriba, a aquellas copas tan altas y tan verdes, entre esas ramas se encuentra mi pequeño amigo. -¡Pufff!, pajarillo loco, ¿por qué me despiertas si es domingo y no tengo que ir al colegio?, ¡cuándo aprenderás los días de fiesta!, -le digo mirando hacia la copa del árbol que es su hogar.
En mi cuarto hay dos camas y una mesilla de noche con tres cajones. El armario tiene cuatro en la parte de abajo, un sitio para colgar la ropa y siempre lo compartimos. De todas maneras, casi todo el espacio está ocupado por las cosas de mi hermana. Cuando no encuentro sitio para poner las mías, le pido a Ana que deje para mí uno de sus cajones. Por eso estamos siempre haciendo cambios de aquí para allá.....
Ana apenas entra en nuestro cuarto, sólo para dormir o cambiarse de ropa, porque ella trabaja muchas horas y no tiene tiempo de nada.
Estoy contenta porque es domingo y puedo quedarme un poco más en la cama. Me cuelo entre las sábanas de nuevo y tardo un segundo en quedarme dormida.

Cuando escucho una explosión de voces que gritan doy un salto en la cama. Mi cuerpo parece que se encoge y me palpita el corazón haciendo pom... pom... pom, de una manera muy rápida. Mi señorita me dijo un día que eso se llama taquicardia o algo parecido; me lo dijo cuando tenía cinco o seis años, ahora soy más grande, ya tengo ocho.
Cojo otra vez el vestido y ahora me lo pongo de prisa. Salgo por el pasillo que da directamente a la calle, sin tener que pasar por el comedor, lugar desde donde se escuchan los gritos. Junto a la nuestra, hay una casita pequeña donde vive mi abuelo. Llamo con los nudillos despacio para que sólo lo escuche él, pero no responde nadie.
Como no se abre la puerta, salgo a la calle casi corriendo porque no quiero ver ni escuchar lo que está ocurriendo en casa. Paso casi volando por delante del edificio encantado pero no me detengo. Hoy no me importa si hay sombras que se mueven detrás de las ventanas tapadas con visillos blancos de encaje, que además están amarillos de viejos.
Llego como un rayo a la plaza. Hay gente sentada en las mesas delante de la churrería con las tazas de chocolate humeante: el humo sube hacia arriba formando un caracol muy gracioso. Entonces el estómago me da un grito y se me pone agua en la boca; pero no le hago caso. Me siento triste, no sé donde ir y empiezo a dar una vuelta. Cuando veo a Samil sentado en un escalón comiéndose un bocadillo de una barra de pan entera mi pena casi se evapora: Samil es un compañero de colegio; también es mi amigo. Él es el más guapo de su clase. Aunque mi padre dice, que como va a ser un negro guapo. Pero es que yo casi no lo veo negro.
Cuando me ve se pone en pie y, cuando sonríe se le ven esos dientes tan blancos, que son los más blancos que he visto. Deja de masticar y me mira con una sonrisa burleta. Sus ojos se abren mucho para mirarme.
-Pajarillo, ¿donde vas con esa pinta?, -ni siquiera había reparado que con las ganas de escapar de casa no me he lavado la cara ni me he peinado.
Me llevo la mano a la cabeza.
-¡Hay!, que no me peinado.
-Pero además llevas el vestido del revés.
A mí no me importan en estos momentos esas pequeñeces. Aunque en realidad a mí me gusta ir siempre con el vestido limpio y peinada, pero hoy lo que más me interesa es alejarme, no escuchar los lamentos entrecortados de Ana, sus gritos y luego escuchar como llora casi en silencio; porque entonces siento como si algo me apretara la garganta, es una cosa extraña que me duele.
Ya soy grande y he aprendido muchas cosas; lo más importante es que soy un pajarillo, soy libre, por eso puedo escapar, pensar en otra cosa que no me haga daño. Todo eso me lo ha enseñado mi abuelo que es el mejor del mundo. Fue él quien me puso el nombre de pajarillo. El mismo día que nací se acercó a la cama donde yo estaba muy quieta con mi madre sin decir ni pío; quitó los trapos que me tapaban la cara y me miró fijamente durante un rato, entonces dijo: tú serás un pajarillo.
María  

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Me parece estupendo ver otra entrada del pajarillo. Tiene que ser favuloso. Espero más

Luis dijo...

Me encanta la ternura de esta niña.
Saludos.
Luis

Mary dijo...

"TU SERAS UN PAJARILLO",quiero seguir leyendo más de esta historia....

Un beso.

Sol dijo...

Si cierro los ojos puedo, ver a la niña con su vestido al reves en la plaza, mirando la currería y su cara de alegría cuando descubre a su amigo. Abrazos para todos