Soñé que subía en una estrella,
y desde el infinito cuajado de colores,
se divisaba la tierra tan pequeña,
que no se distinguían ni razas ni colores.
Saltando de una en una presurosa,
quise atrapar la cola de un cometa.
Pero no pude paso tan fulminante
como si en ello la vida se le fuera.
Y es que tenía prisa por llegar
para alumbrar a Dios en Nochebuena.
Seguí soñando y me vi tan pequeña
que sentí miedo de ser tan poca cosa.
Salté sobre una nube blanca
que presurosa cruzaba el mar inmenso.
Y no entontré ni vallas ni cadenas,
sólo sol, pájaros y viento.
Me desperté con las manos enlazadas,
y entre mis dedos cintas de mil colores.
Con las que adornan las trenzas de su pelo,
las niñas de miles de naciones.
Paquita Marín
Miembro de pensamiento poético
1 comentario:
precioso sueño. Creo que deberíamos soñar con más frecuencia.
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