viernes, 9 de noviembre de 2012

LA SEÑORA DE NEGRO

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Cuando llegó la persona encargada de abrir la caja de ahorros, encontró a una señora sentada en el escalón pegada a la puerta de entrada. Iba vestida de negro riguroso, nada en su vestimenta denotaba un atisbo de color. Su semblante indicaba  un sufrimiento atroz. El hombre se dirigió a ella para indicarle que se marchara a otra parte, que no quería verla allí cuando comenzaran a entrar los clientes. Él abrió la puerta como cada día: bien vestido, peinado con gomina, el traje impoluto y la corbata llamando la atención que en aquel cuerpo había clase. Un aroma fuerte de colonia se desprendía a su paso. Abrió la puerta, entró y se dirigió hacia su mesa. Había mucho trabajo por hacer. Ese día se cargaban las hipotecas y los diferentes préstamos. Él era el que controlaría si no habían pagado a tiempo para inmediatamente cargarles una comisión extra, que luego tendrían que pagar, junto con ese dinero que les había sido imposible ingresar. Si una familia no había podido reunir la cantidad estipulada, a toda prisa, sin vacilar ni temblarle el pulso, él le aplicaba el aumento de la deuda.
Luego estaban también los desahucios que venían después. ¡A ver a quien le toca hoy irse a la calle!, y comenzó a organizarlo todo para que fueran puestas en la calle las familias.
Un compañero se acercó para preguntarle si sabía quien era la mujer que estaba sentada en la entrada pegada a la puerta.
-¿Quieres decir que todavía no se ha ido?, le dije que se marchara inmediatamente, que no era grata en ese lugar.
-Pues sigue sentada, y cuando le he preguntado si quería alguna cosa, no me ha contestado, he llegado a pensar que no me escuchaba.
-Pues hay que sacarla de ahí como sea.
-¿Y qué hacemos si ella no quiere?
-Pues mira chico, cogerla por los brazos y arrastrarla lejos, cuando haya una distancia considerable, para que ninguno de nuestros clientes puedan verla, la dejaremos por ahí.
-¿Quieres dejar a la mujer tirada en la calle?
-Y porque no, no es cosa nuestra.
-¿Y cómo sabes que no es cosa nuestra?
-Porque un cliente, es alguien que da beneficios, ¿tú crees que esa mujer pueda darnos beneficios?
El compañero se fue pensativo a su lugar de trabajo. Al cabo de un rato, el que había abierto la puerta se acercó a su mesa.
-Vamos a sacar a esa mujer de donde está.
-Yo no pienso hacer eso, -el compañero le miró con mala cara y se fue solo hacia la puerta de entrada.
-¿No le dije esta mañana que se fuera de aquí?, venga, ya puede coger camino y manta y largarse a otra parte, -la mujer continuó sin inmutarse ni responder. Entonces con un gesto de repugnancia, la cogió por debajo de los brazos intentando levantarla. Parecía una tarea imposible, no era sólo que pesara, es que parecía que estuviese adherida al metal de la puerta. En un ataque de cólera llegó a zarandearla, pero nada. La indiferencia de la mujer le estaba sacando de sus casillas. Hecho una furia se dirigió al teléfono y llamó a los bomberos, que no tardaron en llegar. Todo un despliegue de camiones con las sirenas rompiendo el aire ocupó la zona. También se personaron coches de la policía haciendo ruido. El hombre que había intentado sacar a la mujer del escalón por la fuerza, salió del establecimiento, para poner a los funcionarios en antecedentes del conflicto.
Tanto los bomberos como la policía, examinaron aquella figura que tanta pena trasmitía sin saber qué pensar. Le preguntaron si estaba bien, pero ella siguió indiferente, como si la pregunta no fuera con ella. Tenía la mirada perdida y una expresión indiscutible de un dolor latente. Fue al intentar cogerla para prestarle ayuda, cuando se dieron cuenta que estaba pegada a la puerta. El metal ya formaba parte de su cuerpo y viceversa. Horrorizado el funcionario, se puso junto a ella y le tomó el pulso.
-Llamar a una ambulancia, - expuso con voz algo alterada.
Además del dispositivo que había, se incorporaron los equipos sanitarios. Dos médicos se aproximaron a la mujer y la examinaron. Ésta no daba señales de vida, pero lo cierto es que seguía respirando pausadamente, como si no tuviera otra cosa que hacer.
A cierta distancia, todos los efectivos que allí se habían personado, miraban con mucha atención el desarrollo del incidente.
-¿Qué van a hacer?, -bramó el primero que la había visto por la mañana.
-Es un caso muy complicado, no podemos separarla sin herirla.
-Pues llevésela con la puerta oiga, ya pondremos otra.
-Pero no es tan fácil lo que usted dice, ni se imagina cuántas complicaciones podrían producirse, yo me acerco a pensar que es un problema de ustedes, por lo tanto, serán los que deben solucionarlo.
Dicho esto, los médicos se fueron. En el minuto siguiente, se fue produciendo una retirada, tanto de bomberos como de policías. En pocos minutos todo quedó despejado. La mujer continuó igual, sin inmutarse.
Pasaron las horas, los días y todo seguía igual, sólo que cada ver había más puerta y menos mujer.
Habían pasado quince días. El encargado de abrir la puerta, llegaba cada día y miraba para otro lado para no ver en lo que se estaba convirtiendo la puerta. Entró como un día más y se fue directamente a su mesa. Miró como iba el desarrollo del tema del desahucio.
De pronto, sin rozar siquiera su cabeza, comenzaron a caer cabellos al escritorio. En pocos minutos, había una montaña de pelo sobre la mesa, que casi tapaba los expedientes. Donde antes había una abundante cabellera, ahora se podía ver una bombilla que brillaba, lisa y reluciente. Se quedó petrificado mirando el cabello. No sabía qué pensar ni qué decir. A su alrededor, todos parecían indiferentes, nadie advertía nada, o les daba igual. Empezó a pensar que aquello no era real, estaba teniendo una pesadilla. Lo mejor será que me levante y vaya a hablar con los compañeros, entonces me daré cuenta que sólo es un sueño, -pensaba. 
Se levantó y caminó hasta la mesa del compañero que tenía más cerca. Entonces, cuando abrió la boca para decir alguna palabra, algunos de sus dientes cayeron al escritorio. Se tocó la oreja, porque notaba algo raro, y esta se desprendió de su sitio. Pero el compañero, parecía que ni le prestaba atención.
María

3 comentarios:

Mary dijo...

SIN PALABRAS, IMPRESIONANTE¡¡¡¡¡

BESOS.

Anónimo dijo...

NO ENTIENDO EL FINAL
PERO EL RELATO ES AUTENTICO

Luis dijo...

Es una metáfora tan real como la vida misma.
Saludos