herencia.net
Al entrar parece que todo está hoy en calma. Nada más lejos de la realidad. Pronto puedo comprobar que este pequeño mar está encrespado: el hombre que grita siempre sólo había hecho un respiro. Ángela hoy duerme, no dice nada. Pepita está medio dormida y aprovecho para darle besos: me mira y enseguida me devuelve muchos besos. Su cara está iluminada por esa dulzura que nunca la abandona. Merce sonríe como siempre y María a su lado no dice nada. Sólo cuando vienen sus familiares a verla llora después desconsolada. Margarita mantiene siempre una sonrisa que no se acaba. Su cara y semblante es de niña traviesa y posee unos ojos azules vivarachos que parece que no se pierden nada.
Como puedo saber si en realidad está presente, o tan perdida en el espacio inescrutable que nadie puede ver.
Ella está al fondo: ensimismada como hace últimamente. Aunque a veces se altera y grita. Me acerco y cuando la abrazo me mira y pregunta si sé algo de la María. -Pero si la María soy yo, -le respondo. Entonces, como si se viera cogida en falta disimula y dice. Sabes, es que no veo. -Tú has visto a mi tío Frasquito indaga. ¿Cuántos años crees que puede tener tu tío? -Pues unos ochenta dice. Pero mujer, si tú tienes casi cien, él tiene que tener más que tú. -No creo. Y otra cosa, porque no viene Patricio a verme, y la Anita no ha venido ni una sola vez.
Luego permanece callada, perdida en ese espacio a donde no se puede llegar: entre olas de viento, tormentas llenas de electricidad, como la misma sala que es una verdadera tormenta. Las cuidadoras van sin parar de un lado para otro: la temperatura, el oxigeno, llevarlas al lavabo. Mientras tanto, de ese espacio infinito donde se han perdido gran parte de los residentes, llegan los lamentos, los gritos y esa desazón que les acompaña cada día.
La centenaria, que hace poco tuvo una fiesta de cumpleaños muy emotiva, de pronto parece que se apaga, apenas puede respirar y el oxígeno que tiene puesto le molesta. El señor que se descalza por costumbre, parece que está bien y sea sensato, pero tampoco se le puede encontrar en este espacio que nosotros conocemos. María, el alma de la residencia va ayudando siempre, le dedica palabras de afecto a los demás, porque ella no está perdida. Todavía siente sus pies en la tierra y no divaga, ni viaja a esos mundos desconocidos de la mente donde ninguno podemos llegar.
Algunos días me pregunto, ¿donde están sus almas? ¿prisioneras tal vez en este cuerpo que ya no pueden dominar?, o tal vez estén buscando un lugar, donde la dignidad forme parte de esos cueros envejecidos..
Desde mi corazón, doy gracias a todos los cuidadores, médico y enfermera. Son todos Ángeles del cielo. Dios les bendiga.
María
Desde mi corazón, doy gracias a todos los cuidadores, médico y enfermera. Son todos Ángeles del cielo. Dios les bendiga.
María
No hay comentarios:
Publicar un comentario