sábado, 25 de junio de 2016

MI VIDA POR UN DÍA CONTIGO


MI VIDA POR UN DÍA CONTIGO

Estas palabras surcaron el aire y remontaron la montaña de los sueños. Tenían fuerza y brotaban del corazón. El Hada de los deseos estaba dormida y se movió algo molesta; ella no había decidido levantarse todavía para ver si alguien había pedido algún deseo. Sin embargo aquellas palabras eran de aquellas que surcaban el viento, serpenteaban obstinadas, lidiando entre las ramas de los árboles si estas se interponían en su camino, ascendiendo luego ladera arriba, como un águila batiendo alas buscando con su olfato a quien fuera responsable de escuchar los deseos. Una aspiración que anidaba en el alma y en el corazón de aquella voz.
Lucía estaba sentada junto a una fuente que manaba abundante agua cristalina. Miraba abstraída como nacía aquella transparencia, deslizándose luego por una suave pendiente que no tardaba en hacerse más abrupta, caía luego con fuerza produciendo una espuma que salpicaba, permitiendo que la temperatura fuese más agradable, gracias a la humedad que propiciaba la caída del agua sobre la pendiente.
Había cerrado los ojos para expresar al infinito sus deseos.
MI VIDA POR UN DÍA CONTIGO.
Luego quedó abstraída, esperando que alguien diera una respuesta a aquel deseo que la mantenía esperanzada y casi feliz. Estaba convencida, que todo aquello que se anhela de corazón debía ser escuchado.
Una Mariposa se posó sobre su hombro y luego revoloteó por encima de su cabeza, se puso delante de sus ojos y al fin dijo.
-¿Me estás viendo?
.Sí, pero que quieres, sólo eres una Mariposa.
-¡Ahhhh!!!, con que sólo soy una Mariposa y, tú quien crees que eres para despertarme en medio de la siesta, para pedirme un deseo que ni siquiera entiendo.
El Hada parecía realmente cabreada por la interrupción de aquel sueño que la habría transportado al séptimo cielo. Ella casi siempre era amable y se esforzaba en adivinar los deseos de los humanos, aunque muchas veces eran una estupidez y la molestaban con verdaderas tonterías. Pero ese era su trabajo, escuchar los deseos y ponerlos en marcha. A veces debía convocar a todos los agentes del universo para ver qué podían hacer, ya que en ocasiones ella sola no lo conseguía. El viento acostumbraba a enfadarse. "Bastante trabajo tengo yo como para tener que resolver tonterías de gente ignorante, porque mira que es tonto lo que pide este", -decía el Viento no en pocas ocasiones.
-Anda ayúdame tú que eres tan rápido -le suplicaba el Hada de los deseos que siempre le gustaba hacer felices a los humanos, por muy estúpidos que fueran.
El Agua se escabullía entre las nubes preparándose para la lluvia y al Hada le costaba seguirla para pedirle algún favor.
El Sol era demasiado poderoso y no se molestaba en nimiedades.
A la Luna le gustaba tanto dormir durante el día que no quería ser molestada.
El Fuego era algo torpe y podía meter la pata en vez de ayudar. 
Quedaban los Ángeles que siempre eran bondadosos, pero su trabajo ya estaba reglamentado y era otro. Tal vez por eso era el Viento el que terminaba ayudando al Hada de los deseos. Enfadado o contento, acababa accediendo a los ruegos del Hada que siempre conseguía salirse con la suya. Algunos decían que era porque estaba enamorado de ella. Pero como nunca paraba en ningún sitio en concreto, no tenía tiempo de desvelarle aquel secreto.
Pero tú quien eres y porque me hablas así como si te hubiera ofendido, sólo quiero ver a Laura, es mi gran deseo,
-¿No sabes quien soy?, me has despertado de una siesta en la que estaba en brazos de Morfeo, te escucho pedir un deseo y ni siquiera sabes quien soy, no ves que soy el Hada de los deseos cretina.
Era la primera vez que el Hada insultaba a un ser humano, la verdad es que lo tenía prohibido, no era su misión juzgar a los seres humanos.
Al final de una pequeña discusión El Hada le concedió el deseo. 


Continúa  

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