lunes, 14 de agosto de 2017

LA MARQUESA DE LA GALLETA....

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Vivía como una marquesa: alta, altanera y elegante siempre. Tiesa como si un bastón la obligara a permanecer siempre derecha. Ella vivía en Madrid casi todo el año, rodeada de un ejército de criadas. 
Luego en verano, le gustaba pasar algún tiempo en Hornachuelos, un pueblecito de Córdoba donde la gente vivía más o menos tranquila. Bueno, todo lo tranquila que podía vivir en aquellos tiempos lejanos, que sin saber por qué, unos mandaban en los otros como si fueran sus dueños. La marquesa de la galleta llegaba al pueblo y creaba toda una revolución. Bondadosa y caritativa, hacía entender a los parroquianos, que ir a misa era lo mejor que podían hacer, al margen de sus obligaciones, que desde luego nadie les perdonaba.
Ostentaba muchas cualidades. Por ejemplo, al ser tan caritativa, tenía la costumbre el domingo a la salida de misa, además de poder observar a aquellos fieles que con tanta devoción acudían a la Iglesia, ella obsequiaba a los niños con una galleta. Toda orgullosa acudía con un plato de galletas y se posaba en un espacio preferente para que los niños pasaran a recoger su galleta. También obsequiaba a los adultos con su presencia, Así podían admirar de cerca, tanto su elegancia como su generosidad.
los veranos se iban repitiendo en aquella concordia y afecto, los días del verano se sucedían entre galleta y galleta. El moño de su cabeza era muy admirado en todo el pueblo y, podemos imaginar que en todo Madrid, ¡por eso era una marquesa!!!!
Pero un día ocurrió un hecho insólito. La marquesa terminada la misa, retrocedió para buscar su platito de galletas: los niños se pusieron en fila y aguardaron su turno. Uno por uno fueron recibiendo su regalo, pero, en medio de aquellos niños se encontraba una niña bastante espigada para su edad, con sus trenzas bien peinadas y relimpia. La marquesa la miró de arriba abajo, era alta y mantenía la cabeza muy erguida y la marquesa dudó. Esta niña ya es muy grande para recibir la galleta.
-Niña, tú ya eres demasiado grande para que te de una galleta, ya puedes irte. La niña de las trenzas se fue..... Esperó a la semana siguiente. Entonces se puso en la fila, intentaba no ponerse demasiado derecha para no parecer mayor. Cuando estuvo lo bastante cerca, le dio tal manotazo a la bandeja, que las galletas salieron volando, la niña como poseída, fue pisoteando las galletas una una y nadie fue capaz de detenerla. Luego miró a los ojos de la marquesa que echaban fuego y le gritó. ¡BRUJAAA!!!!
Y como era verdad, la marquesa echo a volar sin escoba ni nada y no volvieron a verla más ni a ella ni a sus galletas.

Y colorín colorado.......

María  

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