viernes, 5 de junio de 2009



Acabo de llegar de Granada: la he encontrado tan guapa que he podido traerme parte de su aroma, de su colorido. Es como una reina perfumada, sonriente, amable y acogedora, de dulce carácter y gran finura.
Su elegancia se nota sólo al mirarla, no sé qué será, pero sé que tiene duende.
Se eleva desde el cielo hasta las alturas una música entre mora y flamenca, es apenas un susurro, pero los oídos atentos pueden escucharla, hacerla suya y quererla.
Las fuentes ríen y cantan. Las rosas gritan con sus vivos colores para llamar la atención.
¡Mirarme, que estoy aquí!.
El parque de García Lorca es una joya. La última vez que lo vi era precioso. Además lo recorrí en la compañía de unos ojos que lo iluminaban todo, eran los ojos de Laura.
Ahora los árboles están consolidados, saludables y llenos de vida. Es una belleza salvaje que parece que te abraza, te saluda y se desnuda ante ti. Compiten todos los colores y te envuelven en mil aromas.

María

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