sábado, 20 de febrero de 2010

LÁGRIMAS...... CUENTO




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HEMOS DE RECORDAR QUE LA PROTAGONISTA DE ESTE RELATO, ERA UNA CHICA QUE SOÑABA CON TENER UNA CASITA, UN PEQUEÑO JARDÍN DONDE PODER CUIDAR SUS FLORES. DECIR, QUE CUANDO LA PRIMAVERA SE ALEJÓ Y DESPUÉS EL VERANO SE DESPOJÓ DE SU TRAJE VERDE, VISTIÉNDOSE CON UNO MÁS GRUESO DE COLOR MARRÓN, UNA TARDE DESAFORTUNADA, LLEGÓ UNA TORMENTA QUE SE HABÍA PERDIDO Y ESTABA MUY ENFADADA.




Cuando Patricia abrió la puerta de la verja aquella tarde, pudo comprobar los destrozos que había sufrido su jardín. Tuvo la desagradable sensación, que todos los sueños podían evaporarse con una ráfaga de viento. La tempestad se había ensañado con lo que ella tanto amaba.




Antes de irse a trabajar había mirado sus flores. Ellas, entreabrieron sus pétalos y sonrieron. Pensó, que ellas también eran felices porque habían encontrado su verdadero hogar.




En su lugar ahora no quedaba nada. El agua había barrido todos los seres vivos que encontró a su paso. Todo el jardín era un charco de fango. Pero todo no se había perdido: el roble se erguía sin daño alguno. Como si fuera el guardián de la vida.


La casa también había recibido la furia de la borrasca y conservaba sólo una parte intacta. Un ala del tejado, había quedado hundida y se descolgaba parte de su estructura, como brazos desalentados que hacen gestos en una queja sin nombre.


Patricia miró con desaliento todo lo que había perdido, y se refugió en el único lugar que no había tocado la tormenta.


Experimentó una gran tristeza, ya no podía ser feliz como antes; tan afligida estaba, que empezó a llorar, a llorar con tal desconsuelo, que cuando quiso parar no pudo hacerlo. Se preguntaba una y mil veces: ¿por qué? ¿por qué había ocurrido todo aquello?.


Aquel jardín era su sueño, eran sus ilusiones, por las que tanto había trabajado y las que tantas veces soñó. Las lágrimas se deslizaban por sus mejillas y caían al suelo. Sin que ella lo percibiera inundó toda la casa. El hogar ya no parecía una casa si no una charca.


Como una autómata se levantaba por la mañana y se dirigía al trabajo. Ya no tenía ganas de luchar. De todas maneras una simple ventisca se lo llevaba todo. Estaba atrapado en un lugar llamado desánimo de nombre y apatía de apellido.


En el jardín, las plantas notaron su ausencia; ya no escuchaban su voz, ya no las cuidaba, abonaba ni regaba.


Algunas estaban escondidas, como los bulbos que vivían bajo tierra: invernando en las estaciones frías; otras, estaban lesionadas en el tallo y en las raíces, pero dispuestas a librar una batalla cuando el amo Sol diera la orden.


Comenzaron a hablar entre ellas, interesándose unas por las otras, ya que al parecer estaban solas. Fueron desahogando sus pesares a la vez que exponían los daños recibidos. Unas se habían salvado por completo, algunas, heridas, debían esperar una nueva sabia para curarse y brotar de nuevo.


Después de celebrar una reunión las plantas del jardín, estuvieron de acuerdo en sentirse agradecidas hacia su dueña, que tanto amor les había demostrado. No olvidarían el regalo de su cariño. También tomaron otra decisión: irían a consultar sus dudas al roble: aquel viejo y vigoroso árbol que se alzaba orgulloso al fondo del jardín y parecía el más sabio y antiguo.


ESTOS SERES VIVOS, AMABAN A SU DUEÑA Y ESTABAN DISPUESTOS A AYUDARLA. POR AGRADECIMIENTO Y SOBRE TODO POR CARIÑO.


María

1 comentario:

Mary dijo...

Cuando uno cae siempre hay alguien que vela por ti para que te levantes y de alguna manera agradecer el cariño y el cuidado regalado,sin esperar nada a cambio.

ANIMO PATRICIA,TUS PLANTAS TE NECESITAN!!!!!

Un beso Maria.