domingo, 16 de octubre de 2011

LA GLORIA


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La oscuridad se diluía lentamente y por las rendijas de la ventana comenzó a filtrarse la claridad de un nuevo día. Irrumpía la luz intrépida hasta llegar hasta la cama. Cuando el sol dio de lleno en los ojos de Débora, ésta se tapó la cara con las manos para amortiguar la sensación que notaba en su cabeza. Era como si la golpeara algo contundente.

Permaneció así durante un tiempo, sin saber qué hacer ni donde estaba. Al cabo de un rato en el que se debatió en un mar de dudas y confusiones, dejó libres los ojos de la protección que le brindaban sus manos y miró con curiosidad cuanto le rodeaba.

No acertaba a comprender, estaba en una habitación deprimente. No recordaba cómo ni cuándo había llegado a aquel antro extraño. La habitación contaba con un armario, una mesilla de noche y una cama, donde al parecer llevaba horas durmiendo. Los muebles eran de lo más vulgar: resecos, viejos y estropeados. Hasta las sábanas ostentaban un color ceniciento, como si una buena limpieza les hubiese abandonado desde lo más remoto de los tiempos. El olor a rancio y humedad, según se iba despertando la envolvía. Las paredes mostraban un aspecto horrible.

Se levantó y se miro en un espejo que había en una esquina del cuarto, como si hubiese llegado allí nada más para burlarse de ella. Fue entonces cuando notó una sensación turbadora. Era como si realmente ella perteneciera a aquel lugar. Pero ocurría, que nunca antes lo había visto.

En realidad Débora se llamaba Paquita, siempre se llamó con ese nombre, que en su carné de identidad figuraba Francisca: todavía más feo, decía ella. Siempre aborreció un nombre tan vulgar. Por eso en cuánto empezó a triunfar, buscó un nombre más acorde con su situación artística.

Hacía mucho tiempo que todo había cambiado para ella. Desde que nació había vivido en un pueblo pequeño donde se ahogaba entre sus calles antiguas. Siempre las mismas caras, idénticas sonrisas maliciosas y los chismorreos de boca en boca. Paquita experimentaba el deseo de volar como los pájaros, de ser libre de miradas escrutadoras.

Todo cambió para ella cuando la eligieron reina de las fiestas del pueblo. Después acudió a varios eventos en diferentes capitales, compitiendo por un nuevo triunfo.

Más adelante, vinieron las ofertas de trabajo: unas fotos para una revista, una invitación para un plató de televisión basura, unos desnudos en interviú. No se había dado apenas cuenta y ya estaba acariciando la fama, aquello que siempre había soñado.
A partir de entonces su vida había cambiado demasiado, aunque ella apenas se daba cuenta. El día que le ofrecieron un papel en una película creyó morir de alegría. No es que fuera la protagonista principal, pero si era lo bastante interesante para que Débora se luciera con su interpretación.

Los estilistas, peluqueros y un ejército de profesionales estaban a su servicio. En un espacio corto de tiempo, se vio atrapada en una vida completamente nueva, que ni se huviera atrevido a soñar.
María

3 comentarios:

Mary dijo...

¿ y que más?...como llego a esa habitación????

Maria Naranjo dijo...

Ya lo contará ella, yo no sé tantas cosas. Suerte que tienes miles de cosas que hacer, sino habría que levantar de la cama a Débora, o a Paquita para que nos cuente la historia ¡YA.
Besos para todos.
María

Luis dijo...

Me quedo intrigado, espero que continue este relato pronto. Saludos.
Luis