lunes, 5 de agosto de 2013

DEL LIBRO ... "AMANECER"

fani73.com

Aunque parezca increíble, lo que menos importa en estos momentos en el mundo es la vida de sus habitantes. Importa más el petróleo, el dinero, el poder y la jactancia, que siempre terminan por corromper y anular los corazones. Los hombres han demostrado, a través de las generaciones, ser únicos y excepcionales, atesorar incontables virtudes: inteligencia y capacidad para conseguir la mejora de los recursos naturales. De sus manos fluye el arte como una magia invisible. Sabe plasmar paisajes y recrearse en ellos de tal manera que, en ocasiones, incluso potencia la belleza. Es capaz con las palabras de introducirnos en los rincones más remotos y situarnos allí mismo en el lugar de los hechos, mostrándonos los sentimientos más hermosos, pero a su vez, ha demostrado también una gran debilidad hacia la corrupción y la codicia. Al parecer eso es contagioso, de no ser así, no se entiende que sean tantos los malvados y actúen con tanta impunidad, mientras el resto mira hacia otro lado. Algunos países se destruyen entre sí, o llegan otros y hacen el trabajo y las personas mueren a centenares.
En otros países no mueren a consecuencia de las armas, sencillamente son neutralizados a consecuencia del hambre. Los niños, los pocos que consiguen sobrevivir, apenas se desarrollan y se mantienen con los vientres hinchados, enfermos de inanición, con los ojos espantados y la boca cerrada, pues han olvidado el instinto de supervivencia con el que todos nacemos. Despiertan cada mañana sin sensaciones, sin palabras, con un vacío en el estómago que lentamente les va alcanzando el alma. Se sienten atrapados en el limbo de una luz opaca sin frontera, sin esperanza, porque se les han marchitado las ilusiones. Se van extinguiendo como una bruma apenas sin pestañear. Sus madres perciben por igual esa falta de sensaciones, apenas les alcanzan las fuerzas para desempeñar trabajos duros, casi sin recompensa. Ellas pretenden amamantar a sus retoños de una fuente seca, sin caudal ya desde sus comienzos. Sus ojos están carentes de brillo, las miradas sin expresión y la boca cerrada. A veces el viento emite un grito desgarrador que recorre los poblados llenos de chozas, los campos desolados y se refugia en la ladera de la montaña, esperando que alguien, en algún lugar pueda escucharlo.
 
María

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