miércoles, 20 de noviembre de 2013

OTRO EMPRESARIO

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Don Federico era un hombre que había crecido de la nada. Se sentía orgulloso de todo lo que había conseguido: era un hombre rico. Sus tentáculos habían alcanzado una pirámide muy alta, y él se sentía grande, enorme... Gordo también.
Se le acercó un día un trabajador para decirle que todavía no estaba puesto el andamio de seguridad y que era un gran peligro trabajar en aquellas condiciones.
-Pero hombre, si ya estamos acabando la obra y no ha pasado nada, si nada tiene que pasar.
-Don Federico, se está acabando la obra sin el andamio porque nunca nos hace caso y no le importa la vida de los trabajadores, pero un día de estos, escucheme lo que le digo, tendremos un disgusto.
-No seas dramático hombre, que nada va a pasar.

Don Federico iba pensando en sus cosas, como siempre, que siempre eran las mismas: el dinero... dinero y más dinero.
Como no quería gastar siquiera en casco protector, pues no llevaba  la cabeza protegida.
Pasaba justo debajo de ese lugar del que acababa de hablar el trabajador. De pronto, ni supo lo que le vino encima. El hombre quedó poco menos que triturado.
Abrió los ojos sin entender qué había pasado. Fue a levantarse, pero se vio tendido en el suelo, inmóvil: era él, pero él estaba 
 caminando a muchas patitas minúsculas:
-¡Ohhh, no!..., me he convertido en una cucaracha.

María 

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