Me duele tu silencio resignado
de luz desperdiciada,
de sed que anhela su agua, mansamente,
desde el propio desierto sofocante.
Me duele tu incesante espera,
bajo la sombra inútil
de multitud de expectativas
que, a lo peor, se pierden en olvidos.
Me duele verte así: como al menesteroso
que en su mutismo sueña
con salvadora dádiva,
igual que al perro lazarillo, huérfano de caricias,
recogiendo migajas de su dueño.
Me duele al fin, también,
entre tanta dolencia compartida,
este desasosiego mío, afán de liberarte
por una enredadera tentadora
de múltiples metáforas y risas musicales,
aún sabiendo que están
muy manidas y rotas las palabras.
Francisco Quintana
1 comentario:
Espero que pronto se aleje el silencio, y afloren las palabras de nuevo sobre esa hoja en blanco, como las flores en la primavera.
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