Lo que los labios sellan con sus besos
no pueden desvelarlo las palabras,
tampoco desmentirlo.
Situaciones distintas cada vez,
con objetivo idéntico.
Los dos y frente a frente,
y un silencio obligado de por medio.
Interrumpen algunos nubarrones
el sol de la alegría.
Miradas pensativas, interminables,
después de cada beso.
Él la observa expectante y preocupado:
aquellos azulados ojos, remanso de dulzura,
serenan su inquietud,
mientras miman sus dedos sedosa cabellera.
Ella contempla el uniforme nuevo:
recoge un descuidado hilo
en la aflojada hombrera,
y acaricia la frente y mejillas del amado;
pero un confuso pálpito
turba su corazón.
Fuertemente se abrazan.
Rugidos de sirena
reclaman a viajeros indolentes,
de dudoso retorno.
Y una estela marina, que se aleja,
dibuja en hondo surco
la triste despedida del soldado.
Francisco Quintana
No hay comentarios:
Publicar un comentario