sábado, 10 de enero de 2015


Esos seres que habitan gracias a la tierra, al sol y planetas hermanos, esos, de los que nos habla Manuel se extienden a lo largo y ancho del paisaje, en esa tierra que él ama como podemos comprobar en cada uno de sus poemas. Algunos, son como él bien dice, seres celestes que habitan el planeta: seres luminosos e iluminados que piensan en hacer el bien. Se extienden por del mundo en muchos rincones. Algunos entregan su vida a la causa de hacer el bien, de ayudar a los demás y salvar vidas. esas criaturas me dan esperanza.
La naturaleza encierra una belleza extraordinaria. Cuando miro uno de esos rincones sublimes, pienso que es sólo un reflejo de lo que no podemos ver en ese universo que lo intuimos precioso, entonces me llega en una estela desde una lejanía imposible, pero a la vez tan dentro que podría tocarlo. Porque lo que está abajo, es igual a lo que está arriba. Somos los seres, apenas una mota de todo lo creado, en un mundo que dejó de ser un paraíso, porque dentro del ser, anida lo bueno y lo malo.
Algunos, son casi seres celestes, envuelven con su luz, alegran con su sonrisa y van llevando paz a su alrededor: seres que hacen el bien y piensan siempre en los demás.  

Pero también circulan seres grises, tóxicos, negativos y vengativos. Esos sólo piensan en hacer el mal, igual ni lo piensan, actúan de una manera natural, porque están intoxicados de maldad. 
Si nos detenemos a pensar, también actúa igual la naturaleza: nos deja caer la lluvia serena que riega la tierra, el sol con sus tibios rayos permite la vida. Pero también está el sunami que destruye todo a su paso.
Así, desde nuestro pequeño espacio, formamos parte de todo lo creado, del misterio que nos envuelve, de la belleza majestuosa que se nos ha entregado.

María

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