lunes, 23 de noviembre de 2015

LAS HORAS PERDIDAS

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Tras la cortina todo está en silencio, el timbre parece decir lo que algunas mentes ya no son capaces. Llamo y la puerta, se abre. María se encarga de las palabras: una sonrisa, un saludo alegre pone el sello a un laberinto de sentimientos apagados. Ausencia en las miradas, vacío el recuerdo. De pronto se escucha una voz entrecortada que no dice nada, es como una queja que no tiene fin. Me acerco y entonces hay un río de palabras que no puedo entender. No tienen coherencia, Ella  me coge la mano y cuando le abrazo se tranquiliza y me sonríe, quiere hablar pero cuesta entender las palabras roncas. En sus cuerdas vocales hay un torrente de agua que se precipita y oculta la verdadera voz. El color de su cara es rosado y sus ojos escrutan con lentitud lo que ocurre a su alrededor. En frente, un rostro pasivo le mira como si la entendiera: es una bonita cara de mujer, dulce serena y llena de luz.
Ella está al fondo, sujeta para que no se levante y no se rompa un hueso. enseguida demuestra alegría y empieza diciendo que cuando nos vamos. Llega el tiempo que ya pasó y brota enlazado en oleadas de recuerdos.
Donde está mi mamá, hoy no la he visto y tengo que ir con ella, y mis hermanos que no han venido en todo el día y, el Antonio, cómo puede ser que no esté aquí. 
Cómo decir a esa mente perdida, que sesenta años atrás no pueden volver, que todo está lejano, que la distancia es insalvable. Y continúa el desfile de todos los que se fueron que se confunden con las sombras de los que quedan.
Las hadas protectoras circulan como mariposas de colores vestidas de blanco. Ellas proporcionan el alimento, las repuestas que todos necesitan en cada momento, en un tono de broma que apacigua sus inquietudes.
El médico vigila lo que ocurre en sus cuerpos y sus mentes y busca el mejor remedio para cada uno. Ángeles de la guarda están todos atentos a sus necesidades.
Llega la hora de cruzar la puerta y dejar el silencio, los recuerdos perdidos y un mundo imaginario.

María

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