viernes, 5 de octubre de 2018

COLLIURE, UN PUEBLO CON ENCANTO...

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Qué ver en Colliure
                                                                 Calles con encanto

Colliure, ventana al mar que nos impregna de una gran belleza. Una pequeña ermita con su campanario. Una gaviota observa el ancho mar. Un Cristo crucificado cuida de los que salen a la mar. Desgraciadamente está su figura muy deteriorada con un penoso aspecto.
A esta hora están las aguas en calma, una llanura azul inmensa me rodea. Es el agua tan cristalina, que se pueden ver todas y cada una de sus piedras con sus particulares colores. Las rocas que separan las aguas de la población son cortantes de un color oscuro, un gris casi negro. Son majestuosas y soportan los envites de las olas que a última hora de la tarde golpean con furia, levantando algunos metros hacia las alturas.
Es esplendido aquí el amanecer, dibujando los rayos del sol espadas de colores en el agua. Todo queda bañado al instante por una luz que brilla como perlas preciosas que nos ilumina. La torre del reloj, majestuosa, observa en silencio tanto el mar magnífico, como a los turistas que circulan de un lado para otro, para no dejar ningún rincón sin contemplar.
Unas calles estrechas, empinadas, muestran la naturaleza de los artistas que habitan entre las paredes de tan preciosas casas. Glamour en cada rincón. Las buganvilias y otras plantas gigantes superan los tejados. Hay que subir muchos escalones para admirar tan hermosas calles.
En la travesía cercana al pequeño puerto, hay toda clase de restaurantes, cafés o creperías que ofrecen sus exquisiteces. Al medio día, puedes elegir entre una exquisita y variada gastronomía. Ahora bien, si se te ocurre cenar, a las siete de la tarde lo cierran todo con unas prisas inusitadas, y se acabo comer hasta el día siguiente.
Aquí no hay chinos si no es que sean turistas.
Es realmente un pueblo de artistas y cada uno de sus rincones está pleno de toda la belleza que sus moradores son capaces de crear. La pintura se muestra en cada rincón y los pintores con sus caballetes dibujan un paisaje auténtico de arte.
A la preciosa bahía o pequeño puerto, llega regularmente el Roussillion 2, una pequeña embarcación que lleva y trae turistas a los pueblos cercanos, uno de ellos Arllelés.
El bus turístico nos lleva hasta La Torre de Madeloc sobre un pasaje empinado y culmina a 652 metros de altura. Durante todo el recorrido, y ya desde arriba tenemos una vista increíble  del mar y de la plana del Rosselo.
Sentada en un escalón cerca del Cristo, veo aparecer un barquito de vela en la lejanía del ancho mar, que se va acercando con su vaivén armonioso bajo este sol que hoy quema.
Un grupo de buzos se sumergen todos enfilados igual que los niños que yo recuerdo de mi escuela.
Un poco más abajo, al otro extremo de la bahía, en una pequeña isla de unos dos o tres metros una gaviota me mira fijamente, nos entendemos con el idioma universal de las miradas. Estamos inmersas, dentro de un bello paraje y nos seguimos mirando durante un tiempo. Luego la gaviota se dispersa, tal vez para ver a otro turista.
A mi derecha, un artista de tantos que hay en Colliure desgrana a la guitara una preciosa melodía. La gaviota vuelve a fijarse en mí y nos extasiamos las dos entre la melodía y el idílico paisaje.

En un pequeño cementerio, descansa uno de nuestros poetas más célebres: Antonio Machado, que se exilió en Francia como todos sabemos en la época de la guerra civil española. En aquel rincón tan especial reposa, dejándonos como herederos su obra. La tumba, está cubierta de todo tipo de recuerdos que emiten el calor que inspira uno de nuestros ilustres poetas. Es uno de los reclamos más notorios de Colliure. Un desfile permanente se detiene, deja una flor, un poema o un pequeño escrito. 
Me marcho con una mirada que abarca toda la belleza que he disfrutado durante unos pocos días.

María 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me han dado ganas al leerlo de ir a Colliure, tiene que ser precioso.