jueves, 6 de octubre de 2022

EL REGRESO DEL EMIGRANTE... DE AURI GARCÍA...

                                                                            elpais.com



 

Siempre tuvo en la mente cómo lo encontraría todo a su regreso. Durante el

tiempo que estuvo fuera creó en su cabeza una película avanzada. Como el

retrato robot que se hace de una persona en búsqueda y captura, cuando ha

pasado el tiempo y ha tenido que ser forzoso que su físico cambiara. Ya

delante de la plaza ha de aceptar que se ha quedado corto. Nada que ver con

lo que se figuraba. En medio de este lugar de su infancia han dispuesto una

caída de agua y una balsa ocupando casi todo el espacio. El surtidor es una

talla de niño en cemento de aspecto angelical que porta en el hombro una jarra

por donde aflora el agua; hay solo tres componentes agradables a la vista que

impiden que aquella amalgama de cemento sea catastrófica, el niño y el

aspecto de la balsa que fascina con los nenúfares flotando y las demás plantas

acuáticas. Y los peces de colores sorteando el limo y las algas.

Han dispuesto zonas de paso de coches y semáforos donde antes hubo una

fuente de hierro, riera y cañas. La riera se ensanchaba en un camino con

pendiente, hasta terminar adentrándose en el bosque y perderse en una

hondonada. Los trenes amenazantes, con las vías a pocos metros de la plaza,

ahora bajo tierra, han dejado terreno a un carril de bicicleta y una ruta que lleva

a lo lejos a caminar sobre aceras, a ambos lados de una carretera, por caminos

que se vuelven de tierra, entre cultivos de trigo y alfalfa. El pueblo avanza

progresando, tomándole el pulso a terrenos que antes fueron de labranza.

«Pero… ¿dónde estaba su plaza?» —Pensó mientras buscaba su niñez

perdida bajo el suelo de setos y argamasa—. Y recordó que entonces sus

juegos se mezclaban con la tierra y con el agua de la fuente. Y cuándo en el

extranjero lo enviaron a la contienda, él que odiaba las armas, de buena gana

se hubiera negado, ¡él quería ser alfarero… y no andar por ahí con un fusil al

hombro metido en batallas!

La plaza es una rotonda fría perfilada entre bordillos, rodeada del sonido de

motores y cláxones que hacen que el ruido te amargue y el silencio se eche en

falta. ¿Dónde están las decenas de cañas a los lados de las vías, con las que

se hacían flautas? ¿Dónde, la riera enlodada dónde ensuciaban los calzones y

la fuente que les hacía felices, empapándose de agua? ¿Dónde ha quedado la

emoción de capear los trenes con la adrenalina muy alta? Ya no se yergue el

Eucalipto; se rindió a una tormenta de viento y agua, —según le contaron— fue

una madrugada. Y sobre todo ya no hay espacio para niños, que aportarían

con sus juegos alma a la plaza, como ocurría en su niñez cuando todos los

niños se reunían en la oscuridad de la noche y los cuentos de terror les hacía

temblar y temer a seres monstruosos que el sueño te robaba. Pero ¿Dónde

está mi plaza?

Auri Garcia.

2 comentarios:

Maria Naranjo dijo...

La plaza entrañable, ese rincón añorado que un hombre se vio obligado a abandonar. A su vuelta, los cambios le hacen añorar de nuevo esa plaza con la que él jugaba con sus amigos. Los cambios de pueblos y ciudades nos hacen volver con nuestra mente a recuperar algo que creíamos nuestro. Pero así es la vida.
Un relato entrañable. como acostumbra a regalarnos Auri.

Auri dijo...

Un honor para mí formar parte de tu blog María.