miércoles, 22 de mayo de 2024

PIKACHU... UN BUEN GATO... MARÍA...

                                                             el auténtico Pikachu



 Yo soy Pikachu, soy un gato. Yo cuando nací era muy pequeñito, y conmigo nacieron otros tres gatitos más, eran tres bolitas de pelo. Bueno, yo era también una bolita de pelo. Parece ser que mi madre no podía alimentarnos a todos. Y entonces vino la que ahora es mi madre y me llevó a su casa. Me encantó. Al rato llegaron tres pillines que llegaron como una tromba. Yo no sabía dónde meterme: me cogieron y me apretujaron que yo no sabía ni que hacer, pensaba,  estos me matan, así que me quedé quieto a ver qué pasaba. Cuando se cansaron de quererme, o de querer matarme, se olvidaron un poco y se fueron a sus cosas. Yo me quedaba quieto sin moverme para que se olvidaran de que yo estaba en su casa. Como era un bebe, me daban leche con un biberón pequeñito. Como me alimentaban muy bien crecí muy de prisa y, sin darme cuenta ya era uno más de la familia. El hermano mayor de los tres pillines se llama Lucas, y los otros dos que son iguales, pero no se parecen en nada, se llaman: uno Nico y el otro Teo. Yo ya soy más grande y no me dan miedo como cuando era un bebe, y además los quiero. Ahora vivimos en una casa grande que tiene un jardín y una piscina. También tienen una colchoneta para saltar. Pero no me meto en la piscina, porque yo ya sé lavarme solo, en la colchoneta tampoco, ya que eso de dar saltos no es lo mío. Yo me voy para el jardín, o para el campo donde hay árboles, o me subo arriba a las habitaciones y me paso el día por ahí dando vueltas. A veces vienen los abuelos y yo los escucho, pero me hago el loco, ya que con ellos no tengo tanta familiaridad. A veces los escucho decir: donde está Pikachu que no lo he visto, pero yo no digo ni pío.

En la casa de al lado ha venido un gato, que resulta que es una gata. La verdad es que es muy bonita. A veces nos acercamos a la valla para vernos de cerca y charlar un poco. Os confieso que ahora estoy más contento, y cuando me despierto, lo primero que pienso es donde estará la gatita.

Algunos días viene mucha gente, vienen unos papás con sus niños: el más grande he oído que se llama Alan, una niña que es más o menos como Lucas y se llama Irene, estos vienen con su mamá y son una familia. Pero luego vienen otros padres con un niño y una niña. El niño es Daniel y en cuanto llega se va a jugar siempre con Lucas y se ponen a hablar de esos juegos que tanto le gustan a Lucas. Se ve que a Daniel le gustan de la misma manera. También le deben gustar bastante a Alan, porque a veces trae juegos y los cambia con Lucas. A Nico también le gustan y le gusta hablar del tema con su hermano mayor. Sin embargo Teo, que es muy independiente, acostumbra a jugar con la pelota, a buscar su caja de herramientas y se pone a hacer agujeros en cualquier madera inservible, pero él disfruta así, yendo a su bola.

Pero queda un personaje más, y qué personaje, se llama Adriana y es la más pequeña, pero ella quiere hacer todo lo que hacen los más grades. A la piscina se lanza desde pequeña como si de verdad supiera nadar, a saltar la primera. Y sobre todo quiere estar con Irene, que es la única niña que había cuando ella nació, además de cinco chicos, que suelen ser bastante brutos. Aunque en realidad, más copia de ellos que de su prima Irene que ya es casi una señorita. Cuando se juntan todos, que lo hacen a menudo, yo me pierdo y no me encuentran en todo el día. Eso sí, les voy mirando desde lejos porque la verdad es que son divertidos. Pero no me quiero arriesgar a que me apretujen. Eso, se lo permito solo a mis tres pillines, es que los quiero. A veces se van por la mañana al bosque con dos mujeres a buscar piñas y ramitas para hacer la barbacoa. Teo, lleva siempre una bolsa para él solo, porque quiere coger todas las cosas que tira la gente mal educada al bosque, las mete en la bolsa y las tira al sitio que toca. Yo me hago el despistado para ir con ellos y les sigo disimuladamente, pero no me dejan. Dicen: Picachu, tú a casa, y aunque sigo haciéndome el despistado, insisten y tengo que quedarme en casa, con la ilusión que me hace.

En la casa de al lado, no la casa de la gatita, en la otra, hay un par de perros, pesados como burros, siempre ladran. A veces, cuando vienen del bosque los niños, se ponen a ladrar como locos, que nos van a romper los tímpanos. Una de las mujeres que vienen con ellos le dice: yo también te quiero, pero como sigue ladrando como si no hubiera un mañana, ya le dice: Calla pesado, pero no se calla.

En fin, que la vida en esta casa es fantástica, quizás un poco aburrida cuando los pillines están en el cole, que si yo pudiera me iría con ellos. Que aprender algo nunca está demás. Si está por aquí mi amiga gatita, ya estoy contento.

 

Pikachu

     

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