domingo, 27 de diciembre de 2009

EL ESPÍRITU DE LA NAVIDAD


NOTÓ COMO UNA MANO AFERRABA LA SUYA.


Era una mano pequeña que tiraba de ella y se dejó llevar Adelaida como si no tuviera voluntad y así salieron de aquel infierno de fuego y humo.

Después de haber caminado durante un rato, cuando ya podían respirar y ver cuánto les rodeaba, entonces se detuvieron.

-Oye ¿tu quien eres?, porque me traes aquí.

Y a donde quieres ir, ¿acaso sabes donde estás?

-Yo no, ¿y tu sabes donde estamos?

-Claro que lo sé, me llamo Natía, mi casa está cerca y paso el día por aquí pidiendo.

Adelaida se quedó mirando a aquella niña tan rara que acababa de conocer y le preguntó.

-Oye,¿por qué vas así vestida? pareces una pordiosera.

-¿Y que es una pordiosera?, yo siempre voy vestida así, no tengo otra ropa, ¿pero te has fijado como vas tu vestida?

Adelaida se miró sus ropas, estaban negras y medio chamuscadas, no había ni rastro del lazo. No sabía si alegrarse o no de haberlo perdido, era horrible y le había avergonzado durante toda la noche. Realmente no había mucha diferencia entre ella y la niña que acababa de conocer, si acaso ella estaba peor.

-¿Tu sabes que podemos hacer ahora?

-Desde luego, iremos a mi casa, pero si encontramos algo por el camino podremos comer, hoy es noche buena y seguro que tenemos hambre las dos.

Adelaida no respondió y siguió a la niña en silencio. Cuando pasaron por la puerta trasera de un restaurante, la niña removió en unos cubos hasta que encontró algo que le gustó.
-Mira, esto es un pollo casi entero y al lado unas verduras cocidas que tienen muy buena pinta, todo dentro de una bolsa. Ya verás que contenta se pone mi madre.

Adelaida no podía ni hablar, no entendía nada, aunque tampoco comprendía las cosas que le decía su madre, aquello del espíritu de la navidad y todo eso.

La niña pordiosera cargó con la bolsa. Era de noche y apenas se distinguía el camino. Apenas unas luces lejanas parpadeantes permitían que pudieran orientarse las niñas.

-Ya hemos llegado.

La niña del lazo se quedó mirando la cara de su nueva amiga, habían caminado juntas un buen trecho y lo cierto es que se había sentido bien a su lado, compartiendo el silencio y la penumbra. Que extraño era todo, ¿cómo podía sentirse bien con aquella niña tan rara? Ahora se arrepentía de no haber comido en el restaurante con tantas cosas que había en la mesa, seguro que alguna se podía comer. Notó un retortijón en el estómago y comprendió lo tonta que había sido. Ahora si quería cenar tendría que probar el pollo que estaba tirado en la basura, que no podía ni imaginar quien lo habría puesto allí.

La sonrisa amable que ya le era algo familiar la sacó de sus reflexiones.
-Vamos que ya estamos en casa.
María

1 comentario:

Mary dijo...

¿cuantas basuras tendriamos que escarbar para entender muchas cosas?

Continua Maria.

Un beso
Mary.