viernes, 20 de octubre de 2023

UN ENCUENTRO DE FAMILIA NARANJO MARAVILLOSO... GRACIAS A LA ANFITRIONA PEPA GUTIERREZ NARANJO...

 

                                                                   Moraleda de Zafayona

 EL ENCUENTRO DE LOS NARANJO FUE UN ACIERTO. TODOS PUDIMOS DISFRUTAR DE ESE CALOR QUE DA EL AFECTO. PUDIMOS REENCONTRARNOS Y PASAR UNAS HORAS INOLVIDABLES. YO ME ATREVO A DECIR QUE FUE PERFECTO. NO ME CANSO DE DECIR OTRA VEZ... GRACIAS.


-María, tráeme un ascua para encender el cigarro. Esas palabras siguen en mi mente a pesar del tiempo que ha transcurrido. Los recuerdos son caprichosos y se quedan contigo a su capricho. Su figura permanece imperturbable.

Su nombre es Casimiro, un hombre bueno. Yo lo recuerdo viejito, sentado al sol en su silla de enea, con su fiel compañero el cigarro en la boca. Cuando pienso en él, siento como una caricia que me envuelve. Eso debe ser cariño, más o menos.

ÉL llegó a Moraleda muy joven, emprendedor y dinámico. No tardó en comprar tierras, consiguió una cuadra de caballos, un molino de esparto y cultivando las tierras progreso. Un día conoció a Angustias, una joven que lo enamoró. También ella sintió aquella atracción, y sin dilatar demasiado el noviazgo se casaron. (Una pena no haberla conocido, ya que todos cuentan que era una mujer bondadosa que ayudaba de alguna manera a todos los que fuera posible. Pero se fue joven y yo era muy pequeña). Era un pueblo acogedor y sus gentes le demostraban afecto.

A su primer hijo le llamaron Manuel, que pasando los años les rompería el corazón.

No tengo demasiado claro quién de los otros hijos ocuparon los puestos siguientes, pero lo expondré tal y como yo lo entiendo. El segundo hijo se llamó Casimiro, igual que su padre, Luego llegó Frasquito, un hombre que tenía la bondad dibujada en su cara y en sus acciones.

Le siguió Ana y después Dolores. Todavía llegarían dos más, Antonio, del que presumo es mi padre y Pepe, el más pequeño. Era una familia muy bien avenida, siempre imperó el respeto y afecto entre hermanos.

Se hicieron grandes y mis abuelos viejos, como manda la ley de la vida. Mi abuelo le proporcionó a cada uno de ellos una vivienda para que fundaran su propia familia.

 

Casimiro se casó con Encarna, una buena mujer de un pueblo cercano. Tuvieron cuatro hijos: el mayor, Casimiro, la saga continuaba. Al segundo le llamaron Cristóbal, luego llegaría Pepe, que hizo la mili en Canarias y ya se quedó allí a vivir, ya que conoció a una chica esplendida con un corazón de oro. La última fue una niña, M. Angustias, una persona llena de bondad.

Frasquito, como siempre le llamamos se casó con Laura, todo un carácter que a mí me hacía mucha gracia. Tuvieron cinco hijos. No quisiera equivocarme del puesto que ocupa cada uno: el primero se llamaba Rafael, Casimiro y Manolo. Luego llegaron dos chicas, Paquita y Ana.

Creo que después llegaron, primero Dolores, que por casualidades de la vida, se casó con Juan, (porque antes se casaba todo el mundo), con un hijo de mi abuela materna, y así se cerraba un círculo familiar. Primero tuvieron una hija, M. Angustias y siguió un chico, Juan, que ahí vamos conservando los nombres para que no se pierdan. Entonces nació Ana, en el ecuador familiar que reclamaba su puesto. Porque después llegaría Manolo, para recordar al tío desafortunado. Pero quedaba la última. Pilar, que esta escapó de la tradición. A lo mejor nació el día del Pilar.

 

Ana se casó con un primo segundo y se fueron a vivir a Sevilla. Venían al pueblo con frecuencia, y se reunían todos los hermanos y hablaban de las propiedades que habían heredado de sus padres ya fallecidos. Mis primas y yo, nos poníamos detrás de la puerta, (aunque eso esté feo) a escuchar lo que la tía Ana decía con tanto ímpetu y nos hacía mucha gracia. También a los hermanos debía de hacerle gracia y no le replicaban.

 

Ahora llega el turno, por lo que yo estoy aquí. Antonio, mi padre, se casó con Encarna, un gran carácter: A su primer hijo lo llamaron Casimiro, y poco a poco, nos ganábamos el apodo en el pueblo de los Casimiros. Después me tocó a mí, que me libré a medias por los pelos de la tradición, y el nombre de Angustias me pasó rozando. Entonces me pusieron el nombre de mi abuela materna, y a quien llegó el último cuando ya no lo esperaban fue el tercero: Pedro, que le llegó del padre de mi madre, que murió muy joven dejando a mi abuela con seis hijos pequeños. Tengo que decir porque me sale del alma, que era una abuela maravillosa.

 

Luego llegaría el hijo más pequeño, Pepe, que al ser el más joven no le llamábamos tío, si no por el nombre de pila. Se casó con Anita y tuvieron dos hijas: Ana y M. Angustias, ella no se escapó. Pepe, era una persona con muchas inquietudes, hizo un curso por correspondencia para reparar aparatos de radio, aunque también los fabricaba, Se ensimismaba tanto en aquel trabajo que debía gustarle mucho, tanto, que hasta se olvidaba de comer. En el monte mi padre y él sembraban a medias, y cuando llegaban por la tarde con la cosecha, mi prima y yo, a la que siempre le llamamos nuestra niña, repartíamos la cosecha, un pimiento para ti, un tomate para mí. Si la Ana era la niña grande, la M. Angustias era la niña chica.

 

Son muchos los recuerdos que permanecen en el baúl, muchos para poder nombrarlos y no quisiera aburriros.

 

Pero hay una cosa que imagino echaréis de menos. No me he olvidado, no, os he hablado de tres generaciones, y pensaréis, pero la tercera generación se ha multiplicado. Ciertamente se ha multiplicado, Pero he tenido dos razones para no traerlas hoy aquí. Una sería por no cansaros, pero la que más me ha pesado es, que incluso en esta generación, a pesar de la juventud, algunos como bien sabéis nos han dejado. También nos han dejado de la tercera. Pero hoy es un día festivo, un encuentro de esos que nunca se olvidan, bonito y entrañable, y esto es una fiesta. De todas formas, tener en cuenta, que todos, de una edad u otra, están aquí y ahora, porque están dentro de nuestro corazón.

A todos os doy las gracias por este día entrañable. Y sobre todo a la anfitriona, a nuestra querida Pepa, MIL GRACIAS.

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